Para ello se utilizan todas las formas políticas e ideológicas posibles, resumidas en lo que se denomina estrategia de guerras híbridas, profundizando ataques coloniales, y sionistas, en el caso del mundo árabe. Estas guerras no carecen de motivos para el gran capital. Las empresas transnacionales siguen a los tanques, tomando posesión de territorios para extraer materias primas obligando a los pueblos a utilizar los bienes y servicios producidos por las mismas empresas transnacionales. Las bases militares de las potencias imperialistas se instalan en lugares geoestratégicos para mantener el poder de las corporaciones y de la clase dominante.
Debemos luchar por la autodeterminación, soberanía e independencia de nuestros pueblos en la construcción de su propio destino y blindar a nuestras regiones como lugares de paz, sin la intervención de las fuerzas imperialistas de Estados Unidos, la Unión Europea ni de los instrumentos de guerra multilaterales, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Denunciamos que para eso se impuso un modelo de familia heterosexual y heteronormativa que impide a las personas el libre ejercicio de su sexualidad y de su identidad de género. Nuestra lucha es también para cambiar ese orden simbólico e ideológico que sostiene la visión de inferioridad de las mujeres y superioridad de los varones. La lucha feminista ha propuesto una reconceptualización, que reconozca el aporte de las mujeres al conjunto de la sociedad y ha reivindicado cambios para una sociedad con libertad, igualdad y diversidad.
Las desigualdades de las mujeres se expresan a través de una realidad material llena de violencias machistas (asesinatos, violencia de género, violencias sexuales, violencia institucional…), de falta de derechos (sexuales y reproductivos, acceso a la propiedad, a la educación…) y de precariedad económica (doble explotación, brecha laboral, feminización de la pobreza, trabajos no remunerados…) Nuestra lucha también es la lucha contra todas las violencias machistas y contra la explotación de todas las mujeres.
La lucha contra el sistema patriarcal y por una sociedad igualitaria es una lucha de primer orden para construir nuestros proyectos emancipatorios. Actualmente una nueva ola de movilizaciones recorre el mundo y es la ola feminista protagonizada por millones de mujeres: una de las luchas más dinámicas, masivas y mejor articuladas en el plano internacional.
Reafirmamos y defendemos el derecho de todo pueblo a tener sus tierras, territorios, su idioma, su religión, cultivar y desarrollar su cosmovisión, identidad, cultura, sistemas productivos y su autonomía social y política.
Reconocemos que el respeto a la dignidad, derechos y diversidad de pueblos, culturas y poblaciones es fundamental para construir la solidaridad entre los pueblos y luchamos contra cualquier manifestación de racismo, xenofobia, discriminación nacional o étnica, cultural o por el color de la piel.
Hoy la democracia no logra ser un mecanismo para cambiar y resolver los problemas estructurales. Debemos denunciar el funcionamiento de estas democracias colapsadas y avanzar en la construcción de democracias populares. Tenemos que construir nuevas propuestas de participación popular en la política, con nuevas plataformas que se construyan mediante el diálogo y el debate en torno a la razón y no al miedo, a la esperanza y no al odio. Debemos tener formas concretas de participación del pueblo en todos los espacios de poder político de la sociedad, sea el ejecutivo, el legislativo y el judicial. El poder sólo tiene legitimidad si el pueblo en su mayoría participa de sus instancias.
La agresión del capital a los recursos naturales es la causa de la crisis ambiental que estamos viviendo, que trae como consecuencia crímenes ambientales, cambios climáticos, escasez de agua, de tierra, poniendo en riesgo la vida en el mar y en todo el planeta. Estas crisis ambientales afectan de manera desproporcionada a las personas más vulnerables y pobres. La biodiversidad destruida por los intereses capitalistas deja a los pueblos indígenas más vulnerables a la degradación de su entorno natural.
Debemos defender la soberanía nacional de nuestros pueblos contra los avances de las empresas transnacionales. Debemos defender nuestra biodiversidad, nuestra tierra, nuestra agua contra la forma aniquiladora del capitalismo. Los bienes de la naturaleza deben ser explotados en equilibrio con la reproducción del ecosistema y al servicio de las necesidades del pueblo. Para eso el Estado debe ejercer su control con participación popular de quienes viven en esos territorios.
A su vez, debemos organizar agroindustrias en forma cooperativa y generar empleo para lxs jóvenes, donde incluso se estimulen otras profesiones. Además, debemos poner en valor la educación y la cultura para que esté presente en todas las comunidades del medio rural. Defender nuestra comida, nuestra cocina y la soberanía alimentaria que es el principio de todo el pueblo. En cada país, tenemos el derecho y el deber de producir todos los alimentos necesarios para la supervivencia. El comercio agrícola internacional no puede desarrollarse sobre la base de las commodities controladas por pocas corporaciones transnacionales, sino que debe ser sobre el intercambio justo de los excedentes que haya en cada país.
Defendemos la abolición de todos los paraísos fiscales y de la deuda externa de los países del Sur global, así como el control del capital ficticio. El ahorro que hay en forma de dinero en nuestros países debe ser invertido en la producción de bienes para atender las necesidades de todo el pueblo.
Defendemos que se desarrolle la solidaridad entre todos trabajadores del mundo, como una forma esencial de vida y de lucha contra los explotadores que ahora son internacionales. Nunca antes estuvo tan presente la consigna: «¡Trabajadorxs de todo el mundo, uníos!»
Defendemos que toda persona, en todos los países del mundo, tenga derecho a trabajar, a la vivienda, a la tierra, a sueldo digno, a comida, a cultura y recreación, a la salud, la educación como derechos universales de todo ser humano.
La transformación social requiere que repensemos la educación para que no esté al servicio del capital, formando personas dóciles con valores neoliberales cuyas habilidades sirvan al mercado y donde las humanidades, las artes y la filosofía no tengan cabida. Insistimos en una educación para la emancipación, los valores democráticos e igualitarios. La educación tiene que proporcionar habilidades, pero también trabajar contra el odio, el racismo, la xenofobia y el machismo. Debemos construir un sistema público y universal de educación equipado con suficientes recursos materiales y humanos.
La ruptura con el modelo patricarcal-heteronormativo de la sexualidad y la familia heterosexual como única es parte de la lucha para eliminar los pilares de explotación-dominación de la sociedad actual.
Defendemos el derecho de todo pueblo a tener su territorio, su idioma, su religión, cultivar su cultura y su autonomía social y política. Luchamos contra cualquier discriminación étnica, cultural o por el color de la piel. Defendemos el derecho a la libre circulación, el derecho de las personas a migrar y a buscar refugio en condiciones de dignidad.