Declaración de ALBA Movimientos
Frente a la presión y el chantaje de Trump, ¡Viva Cuba Libre!
Ni 24 horas pudo esperar el magnate tecnofascista Donald Trump para volver a incluir a Cuba en la espuria lista de Estados patrocinadores del terrorismo, tras regresar a la Casa Blanca luego de comprar la Presidencia de los EE. UU. Al cobarde acto de última hora de su antecesor, Joseph Biden, le sigue esta nueva felonía de la camarilla gobernante norteamericana. El 20 de febrero se inauguró un nuevo período de terror desde Washington.
No existe razón legal, política ni moral que justifique no solo la inclusión de Cuba en este espurio listado, sino la existencia misma de la lista y el papel que los EE. UU. se han arrogado en su elaboración. Se trata de un instrumento de chantaje internacional, utilizado para someter a los países a los sucios intereses de la política doméstica estadounidense mediante la amenaza. La lista no busca “luchar contra el terrorismo”; ese argumento es, como siempre, un eufemismo para impulsar su política imperialista.
El «gesto» de Joseph Biden no llevaba a ninguna parte, ni siquiera a limpiar su dudoso legado. Para Cuba, dicho legado incluye haber dejado intacto, en el momento de mayor necesidad, el conjunto de medidas que agudizaron el genocidio en cámara lenta contra el pueblo cubano. La acción de Trump confirma que esta renovada administración estadounidense ha optado por la confrontación violenta y descarada contra las cubanas y los cubanos, ignorando el daño y el sufrimiento causados durante 65 años, especialmente durante la pandemia de covid-19 y en los últimos ocho años. Junto con la banda de apátridas anticubanos que ahora celebran esta medida, reafirma que la camarilla filofascista que gobierna en Washington ha perdido toda razón, recurriendo únicamente al lenguaje de la fuerza contra los más débiles. Habrá que defenderse.
A quienes se hicieron ilusiones pensando que tecnicismos, presuntos tiempos de espera burocráticos, consideraciones diplomáticas o supuestas concesiones del gobierno cubano podrían disuadir o retrasar alguna decisión confrontativa del magnate neoyorquino, solo les queda, en el mejor de los casos, el desengaño y la frustración.
La prolongada resistencia del pueblo cubano frente a Estados Unidos ha demostrado que no se puede confiar en la lógica, la racionalidad o incluso en los intereses legítimos de decisiones políticas frente a un enemigo absolutamente irracional, animado por un espíritu de revancha y venganza. Vigentes, como siempre, son las palabras del Comandante Ernesto Che Guevara: «No se puede confiar en el imperialismo ni un tantico así: ¡nada!».
Las organizaciones sociales y movimientos populares de Nuestra América y el mundo que han acompañado al pueblo cubano en su epopeya contra la guerra económica estadounidense deben entender que esta es una lucha de largo aliento. Se enfrenta a un enemigo poderoso que no respeta ni su propia legalidad ni el orden internacional y que, en las nuevas circunstancias inauguradas este 20 de enero, se perfila como aún más peligroso y desafiante.
Es previsible que vendrán días terribles y de mayor sufrimiento para el pueblo cubano como resultado de las consecuencias de esta inclusión en la lista. Sus implicaciones, como se ha evidenciado en estos años, no son solo retóricas —aunque inmorales y absurdas—, sino que tienen efectos prácticos que provocan hambre, desesperación y miseria. Frente a esta situación, hay cómplices, ya sea por acción u omisión. A ellos, ni la historia ni los pueblos les perdonarán haberse colocado del lado del opresor. No caben las medias tintas: el acto de Trump y su banda constituye una medida de guerra no convencional y forma parte de una política de genocidio —por acción, omisión o intención—.
Representamos la dignidad y no estamos dispuestos a negociar. Frente a la presión y el chantaje de Trump, como hace más de 150 años, solo queda una decisión: