5 de junio – Día Mundial del Medio Ambiente

Un llamado a la transformación radical en tiempos de crisis

Ha aumentado la preocupación mundial por el impacto perjudicial de las actividades económicas del sistema actual sobre el medio ambiente, y por los consiguientes cambios y catástrofes que han desencadenado. Sin embargo, las medidas y acciones adoptadas para hacer frente a esta crisis indudablemente catastrófica no se corresponden con su gravedad. Esta discrepancia está directamente relacionada con la lógica imperante del capitalismo y su inherente desprecio por los efectos colaterales de la búsqueda del beneficio.

La crisis ecológica ha provocado una serie de desastres cuyo alcance total sigue sin conocerse debido a los continuos esfuerzos de las fuerzas políticas y económicas por ocultar la gravedad, y las causas, de la catástrofe. Estos desastres incluyen fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor, sequías, tormentas, huracanes, lluvias torrenciales, incendios forestales y otros.

En los últimos años, las inundaciones catastróficas son cada vez más frecuentes en todo el mundo. Solo en 2024, se produjeron inundaciones devastadoras en 12 países, entre ellos Afganistán, Australia, Brasil, China, Inglaterra, Alemania, Kazajistán, Kenia, Rusia, Tanzania, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos.

Según la Organización Meteorológica Mundial, las catástrofes relacionadas con las inundaciones han aumentado un 134% desde la década de 2000. En la actualidad, las inundaciones son las catástrofes meteorológicas más recurrentes y generalizadas que amenazan a la humanidad.

Las lluvias torrenciales, las olas del mar avanzando sobre la costa, el deshielo demasiado rápido y el fallo de presas y diques contribuyen a las inundaciones. Las inundaciones repentinas, que son el resultado de lluvias inusualmente intensas, son especialmente peligrosas, ya que el volumen de agua supera la capacidad de la tierra para absorberla. Las zonas densamente pobladas con infraestructuras inadecuadas, los lugares cercanos a los ríos, las regiones próximas al deshielo y las presas susceptibles de fallar por falta de conservación, mantenimiento o planificación corren un mayor riesgo de sufrir inundaciones desastrosas. Así pues, no es sólo la ocurrencia de fenómenos meteorológicos lo que conduce a la catástrofe, sino también el subdesarrollo. La depredación de la naturaleza, la desigualdad social y económica y el abandono de las infraestructuras públicas —características de la reducción del Estado por parte de los gobiernos neoliberales— son también responsables de las amenazas a las que nos enfrentamos hoy en día.

La destrucción y la pérdida de vidas causadas por las recientes inundaciones no sólo son motivo de alarma y dolor, sino que exigen una actuación urgente. En 2022, Pakistán sufrió una de las peores inundaciones de su historia reciente, que afectó a más de 33 millones de personas, 20,6 de las cuales necesitaron ayuda humanitaria urgente, según UNICEF y Al Jazeera. Ocho millones de personas se vieron desplazadas y 1.739 perdieron la vida. Recientemente, África oriental se enfrentó a fuertes lluvias, inundaciones repentinas y corrimientos de tierra, que afectaron a aproximadamente 1,6 millones de personas en Burundi, Etiopía, Kenia, Somalia, Tanzania y Uganda, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA). Sólo en Kenia, 293.000 personas se vieron desplazadas y 289 murieron, según las estadísticas del gobierno. Más recientemente, en Brasil, intensas inundaciones afectaron al 94% de 500 municipios del sureño estado de Rio Grande do Sul. De los 11 millones de habitantes, 600.000 fueron desplazados, 72.000 están viviendo en un refugio temporal y más de 160 murieron a causa de las inundaciones, según datos divulgados por la Defensa Civil del estado. En Estados Unidos, las inundaciones matan cada año a más personas que los tornados, los huracanes o los rayos.

El único remedio para la crisis ecológica reside en una revisión fundamental de nuestro sistema económico, pasando a un modelo que defienda la justicia social, erradique la explotación y fomente una relación simbiótica con la naturaleza. Esta transformación implica un cambio de conciencia respecto a nuestra conexión con el entorno natural, esforzándonos por restablecer el equilibrio y la reciprocidad. Limitarse a reducir las emisiones para frenar el calentamiento es insuficiente y, por supuesto, inviable dada la actual hegemonía del capital y sus intereses.

No se puede subestimar el reto que se plantea a las organizaciones, movimientos y partidos populares. Sólo a través de la movilización y la acción populares podrán llevarse a cabo las transformaciones necesarias. Las y los científicos, legisladores y políticos pueden desempeñar papeles importantes, pero sólo las organizaciones de masas tienen la capacidad de construir la fuerza política necesaria para contrarrestar el orden económico imperante, que depende de la continua devastación y saqueo del medio ambiente.

La crisis medioambiental afecta de forma desproporcionada a las mujeres, especialmente a las de las comunidades más vulnerables. Las mujeres suelen asumir la responsabilidad de salvaguardar a las familias y las comunidades durante las crisis, soportando los impactos iniciales del desplazamiento, la pérdida de medios de subsistencia y el aumento de las tareas domésticas. De ahí que sea vital implicar a las mujeres en la toma de decisiones a todos los niveles, ya que sus diversas experiencias y conocimientos ofrecen perspectivas y soluciones únicas.

Con este fin, ofrecemos las siguientes reflexiones obtenidas por movimientos de todo el mundo en su trabajo para transformar nuestra realidad actual:

  1. La transición hacia fuentes alternativas de energía debe llevarse a cabo mediante una planificación que incluya la participación de los pueblos y sus organizaciones, garantizando que las mujeres tengan la misma voz en estos procesos.
  2. Defender las soberanías nacionales frente a los intereses de las empresas mundiales que pretenden extraer recursos naturales es esencial para evitar una mayor devastación.
  3. La reforma agraria y la búsqueda de un modelo de producción agrícola basado en prácticas agroecológicas y en los principios de la soberanía alimentaria son medios para hacer frente al carácter destructivo de la agricultura industrializada. Se necesitan iniciativas internacionales para apoyar la producción agroecológica en el Sur Global. En este sentido, es necesario promover la concientización en torno a la necesidad de consumir en función de las necesidades, priorizando aquello que se produce localmente. 
  4. El pago de la deuda ecológica de los países del Norte Global que históricamente han saqueado, expoliado y contaminado el Sur Global. 
  5. Debe desarrollarse un programa global e integral para la protección de las fuentes de agua y la reforestación. Este programa debe contemplar las necesidades y perspectivas de los distintos sectores de la población, asegurando que se atienden las necesidades específicas de las mujeres y otros grupos. 
  6. Es prioritario salvaguardar los derechos a la tierra, el agua y las semillas mediante una legislación adecuada, limitando el alcance de las corporaciones, y garantías formales, incluyendo la defensa de las tierras y territorios indígenas. Defender y garantizar que el agua, el aire y los bienes de la naturaleza no puedan ser privatizados ni mercantilizados. 
  7. Las soluciones deben centrarse en cambios estructurales de la economía y del modelo de desarrollo, no en acciones impulsadas por los consumidores.
  8. El complejo militar-industrial, dirigido y organizado por el imperialismo estadounidense, constituye una agresión continua y generalizada contra los pueblos y el medio ambiente, teniendo en cuenta los ingentes recursos que sirven a la producción militar y la naturaleza contaminante de su producción.
  9. Para hacer frente a la crisis medioambiental también hay que abordar las dificultades asociadas al sistema en general, como el hambre y la hambruna, las viviendas inadecuadas y peligrosas, el desarrollo urbano inadecuado, el acceso insuficiente a la atención de salud y las condiciones de trabajo inseguras en la minería, la agricultura y otros sectores.
  10. Deben buscarse soluciones a todos los niveles de la sociedad, desde el regional y nacional hasta el local, con una representación equitativa de las mujeres en todos los órganos de decisión.
  11. Las luchas y la acción política en relación con la crisis ecológica no pueden separarse de los esfuerzos para abordar el patriarcado, el racismo, la violencia y la desigualdad, o para garantizar la democracia, la paz, la soberanía y el desarrollo.

En las sabias palabras de Chico Mendes, el ecologismo sin lucha de clases es simplemente jardinería. Luchemos juntos para construir un futuro más equitativo, seguro y ecológicamente armonioso para todos. 

Firmantes:

Asamblea Internacional de los Pueblos
ALBA Movimientos
Movimiento de Afectados por Represas
Marcha Mundial de las Mujeres